La expresión “salir del closet” (o del armario en España) es una analogía de algo guardado o escondido, a la vez que gráfica la sensación de encierro y oscuridad de esas personas que debían disimular o esconder su sexualidad para no ser descubiertos y estigmatizados; y que «saca a la luz» (descubre, muestra) un aspecto de su vida que hasta ese día tenía escondido.
Foto de Chrysostomos Galathris en Pexels
Tristemente, en medio de la reciente masacre de Orlando, algunas familias se enteraron de la verdadera sexualidad de alguno de sus miembros al recibir la terrible noticia de que habían fallecido en la tragedia.
Este drama humano particular en el marco de esa fecha luctuosa, nos lleva a reflexionar sobre cuán difícil es esa salida del closet; tratándose además de un momento particular, ya que estamos en los días del orgullo LGTBIQ+.
El momento de revelar su circunstancia, es decisión de cada quien. No puede ser impuesto por terceros. Por otro lado, no se debe ver en términos de blanco o negro. Lo ideal es que el proceso sea progresivo, quizá con un amigo de confianza o con algún compañero sexodiverso que pueda aportar comprensión y consejos.
Y a partir de allí, ir revelando el asunto progresivamente al resto del entorno social. En ningún lugar está escrito que debe hacerse de un golpe.
Hablarlo con los padres
Sin duda es muy delicado hablar de esto con los padres y cada quien debe confiar en su corazonada sobre el hecho de aventurarse o no. Especialmente las madres suelen ser no solamente comprensivas, sino responder con un “Siempre lo supe”.
Claro, no es el caso de todas. Y en cuanto a los padres, obviamente los arraigos del machismo están más anclados; aunque puede haber sorpresas positivas al respecto.
En todo caso, se trata de procesos. Padres que de entrada no aceptaron esa nueva realidad, la van digiriendo con el tiempo e incluso llegan a hacer amistad con las parejas de sus hijos LGTBIQ+.
Recursos adicionales Otro factor de apoyo puede ser precisamente la pareja. Para quienes estén en una relación, esto puede ser un factor de unión al decidir apoyarse mutuamente en este tránsito.
Quizá uno de los miembros avance antes que el otro o simplemente ambos se puedan inyectar ánimo.
Hay que pensar en el entorno como una serie de círculos concéntricos. La sexualidad de cada quien, si bien no constituye motivo alguno de vergüenza, pertenece a la esfera más íntima y no hay por qué compartirla con todos los círculos sociales.
También es válido protegerse. No hay por qué revelarlo a personas abiertamente homofóbicas o con antecedentes de agresividad. Muchos prefieren hacerlo cuando se emancipan económicamente, y es un factor a tener en cuenta, ya que muchos jóvenes en situación de calle padecen esa condición por haber sido expulsados de sus hogares tras ser conocida su circunstancia sexual.
En el extremo opuesto, tampoco conviene la rebeldía. Así como queremos respeto, también es adecuado proceder con tacto ante quienes no se sientan a gusto con esta realidad. Violentarlos puede hacerlos aún más reactivos; mientras manejarlo con prudencia quizá permita ganar su comprensión más adelante.
Adicionalmente, el exhibirse con un tono de desafío puede provocar peligrosas agresiones. No caer en esa tentación es otra forma de protegerse a sí mismo.
Si la persona que está saliendo del closet no le pone mayor carga dramática al asunto, probablemente la gente a su alrededor tampoco lo hará. En mucho, el juicio de los allegados es un espejo de lo que el individuo LGTBI piensa de sí mismo.
También se minimiza la posibilidad de chantajes, manipulaciones u otras presiones psicológicas por parte de terceros, ya que estas parten de presuponer que la persona no se acepta y se esconde. Quien se afirma como satisfecho de sí mismo, desarma a los potenciales jugadores de estos repudiables juegos.
Una reflexión final
No se debe descartar el buscar a un especialista. El estudio de la conducta humana ha variado enormemente su visión respecto al tema desde el último cuarto del siglo pasado, por lo que un buen profesional del área puede ser de gran ayuda.
Y si bien es difícil lanzarse a la decisión, también hay que pensar en la recompensa de quitarse un peso de encima, de sentir libertad, de liberar una energía que se puede dedicar a causas más útiles. Y de empezar a construir una vida más parecida a lo que queremos para nosotros.
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